Economía del Sector Público: ¿Existe alguna diferencia entre Autoritarismo ó Intervencionismo? [MARTIN, J-M.

Jefe de Estudios Económicos
Lima, 26 de marzo de 2016


Un reciente artículo del premio Nobel Robert Shiller, titulado "¿Es el autoritario el carácter nacional ruso?" , hablando sobre temas extra-financieros y extra-serie de tiempo, permite revivir un aspecto importante: ¿Es el autoritarismo un elemento contrario, opuesto o incompatible con el libre mercado? Para Shiller parece que sí, por lo menos a priori, aunque los resultados empíricos parecen sugerir que el autoritarismo si podría estar presente en algunas economías que se declaran así mismas como "de libre mercado".

Para ello, primero es recordar que un mercado es, en su acepción más simple, un conjunto de ofertantes y demandantes que interactúan de modo tal que acuerdan una transacción, siendo los elementos básicos de ésta, un bien (o servicio) y un precio.

De otro lado, la teoría básica sobreentiende que los agentes (ofertantes y demandantes) así como el acercamiento al mercado, la negociación y  el resultado final de ésta, se encuentran libres de toda presencia o intervención estatal. Este escenario algo surrealista, sería un escenario de libre mercado, en el cual el Estado, valga la redundancia, no interviene en él, ni directa o indirectamente, ni participa activa ni pasivamente. Es decir, simplemente es como si no existiera.  

Ahora bien, esta teoría purista es obviamente exagerada, porque, primero, el Estado inevitablemente existe y segundo, existe para actuar o dejar actuar (laisser faire) dentro de un marco o entorno institucional económico predeterminado por Estado y por su Constitución. Si bien muchos economistas le exigen al Estado que no intervenga o haga lo mínimo posible por intervenir, por ejemplo en los bienes y servicios públicos, dicha premisa se encuentra en extinción dado el auge del mecanismo de concesiones públicas al sector privado. 

En consecuencia, el Estado inevitablemente (también) interviene. La pregunta está en saber o definir cuanto es lo que debe intervenir, y cómo debe hacerlo. Es decir, lo puede hacer directamente o indirectamente, o lo puede hacer de manera activa (actuaciones concretas) o de manera pasiva (entorno / reglas de juego). Aquí radica una de las razones por las cuales Robert Shiller cuenta su anécdota y los resultados de su estudio empírico. 

No obstante, existiría una pequeña precisión a lo mencionado por el Nobel: No es lo mismo intervencionismo que autoritarismo. Una cosa es intervenir de la manera objetiva que sea y otra cosa es intervenir de manera subjetivamente autoritaria, vale decir, saltándose reglas de juego, cometiendo arbitrariedades, abuso de poder jurídico o económico, actos que luego no serán fiscalizados o a sabiendas que quedarán impunes, entre otros. 

De ello se dice que el autoritarismo es una forma distorsionada de gobierno, generada por presiones subjetivas por parte de los gobernantes, y no precisamente una forma de medir el gobierno desde un enfoque objetivo. Dicho de otros términos más simples, el autoritarismo puede existir por culpa de un intervencionismo subjetivo. Es decir que el punto crítico es la manera en que se toman las decisiones y la forma en las que éstas se ejecutan, por ejemplo, vulnerando derechos. 

Por el contrario un intervencionismo objetivo puede ser democrático y respetuoso de los derechos humanos, sociales y económicos si es que lo hace de una manera pensada y objetiva. Muchas de las naciones de la Unión Europea, aunque no lo parezca son intervencionistas, pero su estilo es nada parecido al autoritarismo que suelen mostrar los países como Rusia en estos últimos años. Obviamente eso no quiere decir que países como España, Francia o Reino Unido nunca hayan tenido gobierno opresores o autoritarios, simplemente es un ejemplo práctico. Así mismo, estos países han demorado siglos en descubrir la fórmula para lograr gobiernos intervencionistas no autoritarios, si es que puede afirmarse que ya la encontraron.  

En conclusión, la percepción de autoritarismo y la percepción de intervencionismo son cosas distintas, lo cual no se encuentra claramente definido ni en el estudio ni en las preguntas formuladas por el Nobel, por ello, en realidad no debería parecer tan extraño (contrario a la percepción de R. Shiller)  que muchos de los neoyorquinos sí deseen una moderada intervención del Estado en algunos casos, y no por eso sean autoritarios. La misma premisa aplica para la población moscovita. La diferencia entre autoritarismo e intervencionismo, cabe reiterar, está en los orígenes objetivos o subjetivos y los mecanismos regulares o irregulares de esta intervención. 

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